miércoles, 28 de diciembre de 2016

Arboles devoradores de hombres (III): Umdhlebe, segunda parte.


En esta nueva entrega de la serie dedicada a los árboles devoradores de hombres, continuamos hablando del misterioso umdhlebe. La primera referencia conocida a este temible árbol  la encontramos en The Religious System of the Amazulu, obra escrita por el misionero inglés Henry Callaway en 1870. La pista nos la ha proporcionado el compañero Alberto Fh, al que agradecemos desde aquí su interés y la decisiva aportación que nos ha facilitado.


Callaway narra varias anécdotas sucedidas entre los zulúes y que tienen al extraño árbol como protagonista. Así, en una conversación con varios indígenas, éstos le contaron que   “en la colonia donde vivía nuestra tribu, en la Montaña de la Mesa, hay dos médicos que discutieron entre sí acerca de su habilidad”, retándose a tocar a umdhlebe.  

Los hombres, llamados Usopetu y Upeteni fueron juntos a un lugar llamado Umlazi, cerca del mar, donde se encontraba un ejemplar del extraño árbol bajo el que había muchos huesos de animales que allí habían muerto. Cuentan que incluso los pájaros perecen si se posan en él.

Upeteni fue el primero en enfrentarse al mortífero árbol. Desató sus medicinas, seleccionó lo que creyó apropiado, lo masticó, se llenó de ello y se dirigió a umdhlebe con ánimo de arrancarle una parte. Lo apuñaló, pero el árbol se movió violentamente y no permitió que se volviera a acercar. Tomó otras medicinas y volvió a apuñalarlo, provocando un gran ruido en la criatura que –por todos los medios- le impedía acercarse más.

Lo intentó de nuevo, pero el rostro del médico comenzó a llenarse de sudor y el frío se adueñó de él, no pudiendo alejarse de umdhlebe, encontrándose cada vez más enfermo. Entonces, Usopetu masticó sus medicinas, las inhaló a Upeteni y le curó. Se volvió contra el árbol y consiguió arrancarle varias ramas, logrando ser reconocido como un gran médico.

Henry Calloway
Callaway recoge en su obra que existen varias clases de umdhlebe. Algunos son pequeños, otros grandes, siendo el mayor el que crece entre los Amanthlwenga. En la tradición de este pueblo, se dice que este árbol mata a la gente. Si es plantado en medio de una aldea, ese pueblo perece. Surge una gran fiebre y los hombres se agitan con grandes convulsiones,  padeciendo un gran dolor de  huesos. El tratamiento del médico consiste en hacer que el enfermo se abstenga de beber agua y de comer amasi, una leche fermentada muy popular en Sudáfrica.

Uno de estos indígenas cuenta una historia de primera mano: “Vi con mis propios ojos a aquellos hombres que fueron asesinados por umdhlebe entre los Amanthlwenga, que habían ido a cazar elefantes. Uno de ellos era mi hermano, Umdava. Vino hasta aquí conduciendo su carro durante un mes. Era alto, de piel muy negra y larga barba. Venían  con un holandés de nombre Umkosi.

Los cazadores salieron y se encontraron con una manada de elefantes, matando a muchos de ellos. Al fin, llegaron a un lugar donde crece el umdhlebe, un lugar donde la gente no puede tener ganado, sólo cabras. Una tarde, hambrientos, mataron un búfalo, lo desollaron y lo asaron, usando ramas de umdhlebe para ello. Al poco de empezar a comer, Umdava y otros más empezaron a quejarse de un gran dolor de huesos  y de terribles dolores de cabeza.

Los enfermos comenzaron a hincharse y a tener el abdomen muy caliente. A continuación, llegaron las diarreas. El holandés avisó a los doctores del pueblo. Cuando llegaron, algunos ya habían muerto. Para los demás, el tratamiento fue el habitual: no beber agua ni comer amasi.


Emprendieron el viaje de regreso a casa. Por el camino, pasaron por varias aldeas y algunos comieron amasi, muriendo poco después. Los que llegaron a su aldea lo hicieron en muy mal estado, con el abdomen hinchado, pero -gracias a la acción de Umjiya, el médico local- en pocos días fueron sanados.

Hasta aquí las historias relacionadas con umdhlebe recogidas en la obra de Callaway. A pesar de los datos recogidos en este y otros documentos, los investigadores no han logrado identificar al árbol. Algunos creen que podría tratarse de un tipo de álamo desconocido en esa parte de África con la especial de característica de su alta toxicidad.


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