martes, 14 de febrero de 2017

Árboles devoradores de hombres (IV): El octópodo del Mato Grosso

Qué duda cabe que el Amazonas es una región abonada al misterio. Su enorme extensión junto a lo inexplorado de su territorio hace que –desde antiguo- nos lleguen informes relativos a tribus perdidas, civilizaciones desconocidas, monstruos prehistóricos y, por supuesto, árboles devoradores de hombres.

Este es el caso del conocido como octópodo o árbol diablo, citado por vez primera en 1932 a consecuencia de una expedición preparada exclusivamente para capturar un ejemplar vivo de esta especie. Al frente de la misma se encontraba el capitán británico Thomas W. H. Sarll, propietario de una  extensa finca cerca del rio Ash, en Middlesex, cuya intención era llevar a Inglaterra una de estas temibles criaturas.

Para ello, compró un en su Inglaterra natal un lugger, un pequeño barco pesquero, con el que explorar ciertos ríos tributarios del gran Amazonas y dar con el monstruo, al que describe con una forma parecida a un pulpo. El árbol tendría una serie de tentáculos semiescondidos  y apartados de la luz, permanentemente al acecho de animales y hombres.

Según su experiencia (parece que Sarll habría visitado la zona previamente) había escuchado relatos en los que indios y blancos fueron atrapados por este árbol, del que era imposible zafarse, y habían terminado muriendo de hambre o de miedo, momento en el que el monstruo aprovechaba para devorar a sus víctimas.

 En el verano de 1932, Sarll y su grupo se adentró en el Amazonas… para no saber nunca más de ellos. Tal vez encontraron el ansiado árbol y sucumbieron a él o fueron víctimas de cualquiera de los numerosos peligros más prosaicos que les podían acechar en esa inhóspita tierra. Lo cierto es que en el Herbarium de Kew, en Londres, se les esperaba con impaciencia, pero no regresaron…

Octopus tree situado en Oregon. Singular, pero nada peligroso.


Harold T. Wilkins
También tenemos una somera descripción de este árbol gracias a la labor del periodista británico especializado en misterios Harold T. Wilkins que lo describe tanto en su obra  "Mysteries of ancient South America” (1945) –en el que recoge datos sobre la Expedición Sarll - como en “Secret cities of old South America”, publicada en 1952.


La criatura tendría el  tamaño de un sauce y esconde sus ramas en las profundidades del suelo o entre la maleza de alrededor. Cuando algún desafortunado tropieza con él, la planta lanza sus ramas y atrapa a la víctima con sus zarcillos estranguladores.

Para conocer más sobre esta extraña criatura, puedes leer y descargar la primera de las obras de Wilkins en este enlace.